Alonso Castillo (El Sásabe 2004-2017)
El predio Las Ladrilleras se encuentra junto a la carretera que va del municipio de Altar a la comisaría de El Sásabe, a 7 kilómetros de la frontera Sonora-Arizona. Por su ubicación, el lugar representa la antesala al desierto y los puntos de cruce en el límite México-EUA.
Hace unos años, el padre Prisciliano Meléndrez, encargado de la iglesia de Altar, hacía las veces de guía y salvoconducto en la zona. En una de esas que agarramos la terracería que se interna en los cerros y hasta la frontera, dijo entre la nada: “Por esta ruta han cruzado pueblos enteros”. Y es cierto, pueblos enteros de México se han vaciado por ese camino. En lo que dice ya está completa la desolación y el recuerdo de la tierra.
Además del territorio y la temperatura, el desierto que había sido zona de operaciones del crimen organizado para el trasiego de drogas, a partir del 2007 se convirtió en una zona de mayor riesgo cuando los mismos cárteles gradualmente se apropiaron del tráfico de personas y el control de la actividad económica derivada como transportación, hospedaje y alimentación. En qué momento y de qué forma ocurrió está algo borroso porque en realidad ya estaban ahí. Testimonios de los habitantes en Altar señalaban en esos años que el narco podía disponer de las rutas y desalojarlas a discreción para evitar que la migración llamara en exceso la atención y atrajera operativos de vigilancia a la zona. Entre aquellas medidas de disuasión, estaba la quema de camionetas utilizadas como transporte, la agresión directa a los conductores y los secuestros masivos de migrantes; otro método utilizado fue el cierre completo de las rutas durante varios días, con lo que llegaron a acumularse hasta 2000 personas en Las Ladrilleras, un predio ocupado por 77 personas en el 2005 y que para el 2010 ya contaba con una población total de 11 personas (según datos oficiales).
Thelma Gómez escribe en el micrositio En el camino:
La queja se escucha en cada esquina, en cada comercio de Altar. En una tienda de abarrotes la oigo una vez más. Ahí el comerciante me lanza una frase:
—Ahora, el botín ya lo tienen ellos (el crimen organizado). Ellos se quedaron con todo el botín y ya no sueltan nada para nosotros. —dice el comerciante de unos cincuenta años. Cuando termina su frase, se sonroja y repara en sus palabras— Bueno, suena mal que digamos que es el botín, ¿verdad?
Para leer más: Vivir de los migrantes.