Cuaresma Yaqui en el Coloso Bajo

Recorrido para la recolección de leña que se utiliza en la cocina del campamento durante la Cuaresma Yaqui en el Coloso Bajo, en Hermosillo (Foto: Alonso Castillo).

El barrio del Coloso en el oriente de la ciudad de Hermosillo, fue fundado en la década de los 30 cuando la gente Yaqui (originalmente asentada en los municipios del sur del estado de Sonora) regresaba del destierro al que fue sometida a principios de 1900. Por su combatividad, el gobierno probó con la repatriación para controlar la rebeldía del grupo (y al mismo tiempo la deportación fue utilizada como esclavitud en las haciendas henequeras de Yucatán). 

Al principio tuve dos posibles direcciones para el trabajo. Una era elaborar la descripción paso por paso de lo que estaba viendo como si se tratara de un manual donde aparecieran los momentos y figuras importantes de la Cuaresma Yaqui. Un catálogo y un itinerario pero eran demasiados episodios, demasiados detalles y me atraía la idea de mostrarlo porque con frecuencia la parte de la cuaresma que se conoce es la del chapayeka que recorre las calles de la ciudad pidiendo dinero a cambio de un baile breve. Por ahí iba lo que yo quería porque la limosna que conocemos como representativa de la celebración es apenas la punta: el momento en el que el fariseo sale del barrio a buscar dinero para el mantenimiento del campamento ya que durante cuarenta días los participantes no podrán trabajar, usar la mano derecha, comer carne, fumar, tomar alcohol ni voltear a ver mujeres.

Sobre la cantidad de símbolos, el rezo debe realizarse al caer la tarde. Lo encabeza el grupo de rezadoras, mujeres mayores que representan la máxima figura de autoridad; hay un respeto que se impone, son las matriarcas, las ancianas en el sentido espiritual y religioso. El rezo se lleva a cabo en la ramada principal que antes se levantaba en el mismo lugar cada año con palma. Ahora y desde hace unos años, el gobierno municipal edificó unas capillas de arquitectura similar a las misiones con su vitropiso e instalación eléctrica, tienen ventanas y en la parte de atrás hay un baño.

El ritual empieza con una marcha alrededor del konti, espacio rodeado por ocho cruces de palo y una cruz principal al centro. Al frente del contingente marchan las rezadoras, angelitas y otras voluntarias que cargan las virgencitas y santos, detrás de ellas va la tropa: capitán, pilato, cabos, bandereros y tamboreros; al final en dos filas una a cada lado, caminan los fariseos, una figura que no tiene cargo dentro de la estructura. El capitán de la tropa toca la flauta y su sonido representa el canto de la Virgen María; los cabos tamboreros golpean a ritmo constante el tambor y estos sonidos representan los clavos de la cruz.

El Pilato del grupo decía la semana pasada: “En los fariseos está el bien y el mal al mismo tiempo. El bien porque es la religión pero el mal porque somos los que mataron a Cristo”. Cuando lo dice sus palabras tienen un arraigo, una creencia que se siente y transmite en los gestos. También la semana pasada una persona que participó años anteriores en la celebración decía que el miércoles de tinieblas que se realiza durante la semana mayor, en el barrio se siente el mal. “Si no me cree pregunte, es más vamos para arriba”, se refiere a subir por los callejones a cualquiera de los dos cerros entre los que se encuentran las casas del barrio. Entre la tropa se cuenta la historia de que un par de años atrás, a un fariseo se le pegó la máscara al rostro. “Lo castigó porque se portó mal”, dicen. En otra ocasión el Pilato no quería salir a la limosna, ese día tropezó y cayó varias veces hasta que entregó “La Pasión” a alguien más para no cargarla. La Pasión lo estaba castigando porque no traía ganas de caminar.

Estas historias se escuchaban entre la gente alrededor del año 2007 pero en el 2019 un periódico local publicó la noticia de que entre los callejones del Coloso, cuatro fariseos habían sido despojados a machete de la vestimenta tradicional, los cascabeles y una máscara. Un par de días después, la madre de uno de los asaltantes regresó los objetos robados. Habrá varias formas de interpretar lo que ocurrió ahí pero una de ellas es que los objetos fueron regresados porque son sagrados y no pueden guardarse. Por eso al terminar el proceso el mal debe quemarse.

La segunda idea del trabajo me cruzó a los pocos días de estar con el grupo y se relaciona con la noticia del robo aunque hubieran pasado más de diez años de diferencia entre una cosa y otra. El Coloso es barrio bravo rodeado de barrios bravos. El Coloso, El Mariachi, El Ranchito, La Revolución, muchas de las colonias en el oriente de la ciudad tienen problemas de seguridad, vandalismo, pleitos y robos. Los territorios se pueden dividir por una sola calle y eso no es nuevo ni exclusivo del lugar. Durante una salida a “la limosna” estábamos en el sector de El Ranchito, atrás de la Central de Autobuses. Ahí están estas casas de Infonavit de dos plantas pintadas de colores pastel rosas y azules. El grupo de fariseos recorre las calles separados unos de otros pero como contingente caminan a distancia dentro de la misma cuadra. Abordan a las personas en la calle, a las señoras que riegan jardines, a los abarroteros.

En parte llamada por el sonido del tambor, la misma gente sale hasta los cercos de las casas para ver el espectáculo. Pero los fariseos no hablan cuando tienen puesta la máscara, se hacen entender a señas, agitan los tenábaris, zapatean los pies contra el pavimento; estiran la mano para recibir las monedas, luego dan las gracias con un movimiento circular de la cintura con el que hacen sonar su cinto del que cuelgan pezuñas de venado. No deben hablar, además bajo la máscara dentro de la boca traen una cruz de palo fierro como parte de la penitencia.

Yo estaba caminando en medio del grupo; a distancia considerable enfrente de nosotros avanzaba un fariseo como de 17 ó 18 años; aunque por la vestimenta y máscara no se le ve el rostro se nota por la complexión. Él se cruza de frente con otro muchacho del barrio; pelón, de ropa holgada, finta de cholo. Son aproximadamente de la misma edad y pertenecen a barrios distintos. Conforme se van acercando el lenguaje corporal de ambos se vuelve agresivo, empiezan a confrontarse. El fariseo se detiene, el otro se sigue acercando porque caminan en el mismo eje, hacen contacto visual, se están desafiando. El no-fariseo- utiliza los ademanes que ya conocemos: lanza la cabeza ligeramente hacia atrás, saca el pecho, abre los brazos como preguntando: “¿Qué?”. El fariseo responde, se agita y patalea, hace sonar tenábaris, asume las posturas con las que se comunica en el campamento, se ríe del otro con el lenguaje del cuerpo pero no habla. Cuando ya se han pasado de largo los dos giran y caminan hacia atrás en la misma actitud para no darse la espalda, el fariseo se vuelve una combinación entre la figura religiosa que representa y el rol que desempeña en las calleschoca las espadas de madera para llamar la atención del otro, tira barrio sin abandonar su papel.

Esta segunda dirección me interesó más. La caracterización de la tradición conforme se desarrolla en un contexto urbano sin abandonar la raíz, la manera en la que se combina el barrio y el ritual.

Se trata de hablar sobre el barrio como espacio de identidad y resistencia cultural y religiosa. El barrio no deja de ser Yaqui y de concentrar la historia pasada, los orígenes. Tampoco deja de ser bravo y la penitencia de los participantes tampoco es menor, el que no lo crea que intente caminar envuelto en una cobija durante cuarenta días.

Cuaresma Yaqui, Coloso Bajo (Foto: Alonso Castillo).

El Correo. Chapayeka recorre los callejones del cerro del Coloso Bajo para avisar a las Rezadoras que la procesión está por comenzar (Foto: Alonso Castillo).

Grupo de Rezadoras dentro de la capilla en el campamento Yaqui en el Coloso Bajo (Foto: Alonso Castillo).

Cuaresma Yaqui, Coloso Bajo (Foto: Alonso Castillo).

Cuaresma Yaqui, Coloso Bajo (Foto: Alonso Castillo).

Cuaresma Yaqui, Coloso Bajo (Foto: Alonso Castillo).

Pascolas en la Cuaresma Yaqui, Coloso Bajo (Foto: Alonso Castillo).

Julio Valenzuela, capitán de la tropa yaqui probando el violín en los preparativos de la fiesta. Cuaresma Yaqui, Coloso Bajo (Foto: Alonso Castillo).

Angelitas durante la procesión. Cuaresma Yaqui, Coloso Bajo (Foto: Alonso Castillo).

Padrino acompaña al chapayeka arrodillado durante la ceremonia del perdón, luego de la quema del mal al terminar la Cuaresma Yaqui en el Coloso Bajo (Foto: Alonso Castillo).