El retrato como error
Notas desde el espejo
Columna sobre imagen y fotografía
Oliver Wendell Holmes fue quien definió al daguerrotipo como el espejo con memoria allá por 1840. Las características de la técnica y sus posibilidades fenomenológicas cazaban perfectas como la metáfora ideal. No era cuestión de talento, solo un tantito de lógica con otro poquito de creatividad. Así el espejo y la fotografía quedaron unidos de su inicio a nuestros días.
Porque somos narcisos, esclavos de nuestro reflejo y de reproducirlo tantas veces como sea necesario. En la superficie del espejo se posa la verdad que todos queremos saber, imagen profunda de la experiencia humana.
Notas desde el espejo es una columna sobre imagen y fotografía, son notas colocadas en el espejo, sobre la imagen, de la fotografía.
Notas para mirarlas y compararlas con nuestro reflejo, notas con ideas, notas contra el olvido. Desde esta columna buscaremos respuesta a lo que somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos: miénteme más, que me hace tu maldad feliz.
César Holm
Aula del Centro
Santiago de Querétaro
Febrero de 2019.
El retrato es el género más practicado en las artes visuales. La fotografía ganó todos los terrenos por sus cualidades miméticas y técnicas, pues no sólo era capaz de reproducir la apariencia de alguien, sino que lo realizaba en un tiempo mucho menor que cualquier otro método. La fotografía obtuvo sus propiedades estéticas directamente de todos aquellos pintores que resultaron sin empleo con la llegada de la técnica. Así es como tenemos fotógrafos retratistas con cualidades artísticas, que no disimulaban ni un poco la pretensión plástica. Podemos aventurarnos a decir que los primeros “autores” fueron aquellos que llevaron por nombre pictorialistas, en cuya lista destacan Julia Margaret Cameron, Oscar Gustav Rejlander, Salomon entre otros. La historia de las artes visuales tiene un apartado especial para el retrato y la fotografía lo tiene también.
Pero hagamos un intento por interpretar las propiedades de un retrato fotográfico. A primera vista podemos decir que es un registro de la apariencia y superficie de una persona, sin embargo, los portentos del retrato en la fotografía son mucho más amplios y profundos. Pensemos en la posibilidad que tiene el retrato para producir poses, ademanes, gestos en los que un individuo puede reconocerse como parte de un grupo o comunidad. Estaríamos hablando de una producción de identidad en la que las personas se miran, se reconocen y se inscriben con un sentido de pertenencia. En el otro extremo, tenemos al retrato fotográfico como productor de máscaras, ilusiones y quimeras, donde la especulación tiene campo libre para despojarnos del yo y producir el alter ego.
Pero en esta ocasión, esta nota está pegada a tu espejo y quiero que el mensaje vaya directo a quien se contempla en su reflejo. Sobra decir que el retrato es la práctica más delicada y compleja que tiene la fotografía, y que lo es en medida que se reconocen sus intricados niveles y propiedades. Estaremos de acuerdo en que el retrato fotográfico es un enunciado sobre el otro, que la intención del mismo es hablar de quien posa. A no ser un retrato meramente de identificación, ¿cuánto necesitamos saber del retratado los que estamos detrás de la cámara? Comienzo a sudar cuando alguien me pide un retrato. Una serie de preguntas y angustias comienzan a invadirme: ¿qué querrá exactamente?, ¿cómo espera verse?, ¿y yo que sé de esta persona? Y es que no es lo mismo fotografiar a alguien con quien se tiene un vínculo, un interés, un conocimiento, que a alguien que recién cruzó la puerta y espera que yo elabore un enunciado sobre él o ella.
Siempre he pensado que un retrato es una especie de contrato, en el que deben estar muy claros las necesidades y posibilidades de los involucrados. En medida que ambos ponen sobre la mesa sus pretensiones y aportaciones, el resultado puede ser justo para ambos.
Claro, también está quien se deja en las manos del otro. Quien modela en el ojo del experto, quien hace sus pininos en la disciplina frente a quien tiene tablas frente a la lente. Además, nunca faltan los requisitos, las promesas, las solicitudes previas o las negociaciones en el momento de la toma: que ponte así, que quítame acá, que más de esto, que no me vea asá…
Otro detalle que vale la pena poner sobre la mesa, es la aproximación. El retrato es un acuerdo no solo de pronunciamientos o enunciados del otro, es un contrato de proximidades, un ejercicio de acercamientos. ¿Cuántas veces se han preguntado la distancia pertinente para hacer tal o cual retrato? La distancia entre un conocido y yo es una, con un desconocido es otra. Las reglas de proximidad son precisas para cada uno de los campos desde donde se produce el retrato, sea desde el amos, el deseo, la admiración.
Para concluir, no es novedad que el retrato también es una imposición, la mejor mentira de la fotografía (“Miénteme más, que me hace tu maldad feliz”) que siempre cuida mucho de presentar su mejor cara. Sin embargo, el error y el accidente siempre han estado muy presentes. Por mucho dominio técnico que se tenga, la prueba y el ensayo fallido también forman parte de los registros, los archivos y la memoria. Hoy nos interesamos por ese material que presenta una frescura perdida desde hace mucho en el retrato ortodoxo. Lo movido, lo borroso, lo demasiado oscuro o demasiado claro, el revelado defectuoso, la pose descuidada o la toma imprevista. Todas las fallas parecen hoy refrescarnos la mirada.
Espero que el recorrido que hemos realizado por la profundidad de la superficie en el retrato fotográfico, llegue hasta el fotógrafo que en el año de 1981 prestara sus servicios en el Jardín de Niños Margarita Masa de Juárez, específicamente con el grupo de 1º A, de la maestra Martita, donde yo era el número 14 de la lista de asistencia y ocupaba la penúltima banca, casi junto a la ventana y la cocineta. En aquel día nublado de mayo se presentó un sujeto para fotografiarnos con motivo del Día de las Madres y obligarme a regalar en tan especial día, un retrato en el que mi pícara sonrisa aparecía en el fondo de una copa de Borgoña con una rosa al lado. No le quiero hablar de semántica, solo de sentido común. ¿De verdad? ¿un niño en el fondo de una copa de alcohol? Sigo debatiéndome entre la idea de que el amor por un hijo es embriagador, o que mi señora madre era alcohólica. No sé qué pensar.
Hagamos foto con responsabilidad.
César Holm es Docente en Educación Artística por la ESAY y el CNA.
Director Académico del Aula del Centro – Especialización Fotográfica
Asesor en Taller Riel: espacio para Registro de obra, Impresión en alta calidad, Enmarcado y Libros
Productor y Conductor de Nocturlabio, programa radiofónico de la Universidad Autónoma de Querétaro.